lunes, 22 de marzo de 2010

Tu salvavidas será muy fluorescente, pero no abriga un carajo...

La noticia soprendio a Tertulio en plena contemplación del parquet de la habitación del Niño Piraña (a todo esto, estaba contando cada trozo de madera a unos fines que solo él conoce, pero que seguramente tendrían que ver con la lucha contra el delito, o con la teoría de que no era cierto eso que en la época de perón los "descamisados", para no utilizar la palabra "negros" hacían asado con el parquet. Un narrador puede ser muy omnisciente, pero hay cosas que es mejor no saberlas). Pensó en responder a tamaña nueva con una pregunta ("y así me lo decís???"), pero después consideró que la respuesta sería un escueto "y, si..." y, como no quería que esas dos sílabas se alargaran hasta el infinito cuan un chicle globo cuyo horóscopo se ha visto incumplido, no dijo nada. Con la mirada perdida entre las oblicuas tablitas de su perdición, colgó, con gesto amargo, el Mondio-celular. Acto seguido se dijo "Era eso o casarme con el cantante de Maná". La cera para pisos de roble color neutral fue su único interlocutor.
"Me voy a convertiren pelota de basquet, así me querés más", le habían dicho en una oportunidad. Ese día, Tertulio obvió el claro significado de ese mensaje. Sin embargo una pregunta había aflorado a sus labios, insistente baba de caracol curativa que nunca deja de fluir. "Para que yo te quiera más o para que vos me quieras menos??" La crueldad ínsita en esa respuesta (al parecer, Tertulio siempre respondía a las afirmaciones con preguntas. Porque nótese bien que casi nadie le pregunta nada. Eso si, cuando las papas queman, Tertulio es el primer repasador a que recurren los desesperados) hizo que la misma regresara por donde había venido, vía glotis, tráquea, su ruta hasta el fondo de su cerebro y que se difuminara antes de ver la luz. Es que bien sabido es que las pelotas, sobre todo las de básquet, al igual que lo sorrentinos de verdura y nuez, son seres cuasi ajenos al sentir de los demás. No así los koalas. Quizá porque viven abrazados a un eucaliptus. Andá a saber.
Hay cueritos que nunca deberían ser cambiados. Hay canillas que deberían gotear por toda la eternidad, horadando las almas de los impíos.
"Ñaca-ñaca-ñaca", el inconfundible grito de guerra de la Mujer Caracol abofetea a Tertulio, violentándolo de nuevo al mundo de los muertos. "Y ahora que quiere?", se preguntó. Al parecer esta vez la mano venía más pesada. Otra vez Mamani haciendo de las suyas, esta vez interrumpiendo el tránsito en calzoncillos, presa, según se decía, de un incontenible deseo de bailar canciones de Los Parchís en la avenida principal de Mondiolandia.
Pero ni todos los Mamanis del mundo podrían hacer que llegara tarde esta vez.
Resulta que ahora no podes remontar un barilete sin que te tilden de escuchador de Alejandro Sanz...
Y si bien Tertulio ya no llega tarde a ningún lado, no menos cierto es que, aunque la presencia de plancton confirma que la muerte fue por asfixia por sumersión, la ausencia de tal materia no descarta la mencionada forma de muerte.
Sobre todo si te lo dice alguien pintado de amarillo patito.