lunes, 16 de mayo de 2011

Un centímetro cada dos kilos

Pero no de esos besugos que salen del alma, como si en vez de espíritu tuviéramos una cloaca y de allí manaran cientos de manatíes con su inconfundible aroma a alcohol en gel, no un besugo de la primera hora, no un besugo auténtico... sino un Besugo A Sueldo, el mercenario de los besugos, imberbe, demoníaco, un gurka ictícola, de uno de esos estamos hablando. Así, pues, Besugo a Sueldo, recorres un Océano Pacífico hecho de lava hirviente y burbujas, entre las abisales profunidades de las fosas nasales de dios (y todos sabemos cuál es la mas profunda, aquella donde en un universo paralelo se enseña que la última guerra mundial se desecnadenó tras estibar -o “palletizar”, como dicen en Palermo La Matanza- un sinfin de glóbulos rojos uno arriba del otro y después dárselos a un perro en forma de morcilla de hielo) y solo atinas a salir a la superficie para dejar marcados los surcos que una aleta caudal caprichosa y desenredada traza entre explosiones y desencantos.

Besugo A Sueldo, eres la vergüenza del ser nacional. Besugo a Sueldo, estoy tras tus pasos, aunque te disfraces de víbora de coral y entre todos tengamos que cantarte el feliz cumpleaños. El círculo se cierra, las redes se aproximan una a otra, tus días están contados.

Fui entonces tan feliz que, de tanto abrir la boca, mi mandíbula cayó sobre el parquet. Una expresión de asombro recorrió la conferencia de prensa, mientras todos miraban el maxilar inferior, que parecía haber cobrado vida propia y semejaba reirse de la concurrencia, con una carcajada muda y sin un diente, ese que me extirparan a la tierna edad de 16 años (que, de hecho, creo que sería el único detalle en particular por el que el observador avezado distinguiría ese cóndilo de cualquier otro. Si vendiera maxilares por Mercado Libre, tendría que poner “Mandíbula batiente, pero sin un diente”. No se cuantas ofertas cosecharía, pero es cuestión de hacer la prueba). Así, pues, el parquet (o “moqueta”, como dicen en Palermo City Bell) ostentaba esa risa, y Besugo a Sueldo la miraba, embobado, escondido tras una viga del tinglado. Yo creo que ese fue el momento en que percibió lo que todos sabíamos desde un principio y decidió, finlamente, darse a la fuga, los ojos llameantes y las escamas encandiladas por quién sabe que reflector. Antes de difuminarse, no obstante, gritó con su voz estentórea “Si vas a decir algo interesante, decilo, y si no callate la boca, que ya me estás hinchando un poco los huevos”.

Por eso se recomienda que, antes de inflar un pez globo terráqueo, hay que colocar el pico del inflador (o "piripichu", como lo llaman lso habitantes de Palermo Choele Choel) contra el viento, y dejarlo así un par de horas.

Los inarticulados estertores e ininteligibles alaridos de Kornuda Konsciente, nueva korista de Kotorra Kon Katarro, hicieron pensar a mas de un advenedizo que Björk finalmente, y tras sus denodados esfuerzos en tal sentido, se había inkorporado a la banda mondiolense. “Es más, el nombre tiene K y una `o´ con dos puntitos encima, sería ideal”, dijo uno de sus fans más avispados. Pero no, Björk está muerta, y nadie puede hacer nada al respecto. Sin perjuicio de ello, aquí nos traen su último corte de difusión, "Extrañaba El Bote", con la inapreciable participación de Isaac Brook y toda la troupê de Modest Mouse. "Nos estamos poniendo medio p***tos", explican desde los kuarteles de invierno de K. K. K. "pero nos gusta la parte de los enanos haciendo palmas y contando chistes".

Habrá que creerles nomás...

lunes, 2 de mayo de 2011

Y ahora???

Mientras con una mano cerrada cuan un martillo neumático al borde del suicidio de un colectivo de la línea 60, ramal Campana (más precismente, el interno 2277762) le daba forma a la última milanesa de peceto de ornitorrinco de la verdad, a fines de ablandarla, amoldarla y hacerla digna del esófago de un ser ya incierto y etéreo, endemientras, como decía, recibí de sus labios la noticia de que el fin del mundo estaba cerca, tras lo cual se deshilachó en un mar de lágrimas.
"No me mires por unos momentos, no te acerques con esas manos inundadas de plastilina", pedí, pero ya era tarde. Un abanico de posibilidades salía de su boca y se estrellaba contra la cerámica del comedor, dejando tras de sí una estela artuá a medio beber, total un poquito de veneno para zarigüeyas por día no te va a hacer nada.
Entonces surco los cielos a bordo del Mondioplano, dejando atrás yermas planicies (o "páramos", como suelen decir en Palermo Río de Janeiro) empapeladas con hojas muertas de abedules en estado de semi inconsciencia.
En busca de nuevos rumbos, pues, me alejo de unas cosas ya bastante lejanas de por sí, y me acerco a otras, también bastante lejanas. Anhelo, eso sí, el terrible momento en arribar al punto medio, esa demoníaca parcela de microsegundos en que estoy igualmente distante de ambos pozos depresivos, solo para comenzar a desandar el camino de la perdición, el que, dicen algunos, también está empedrado con gente pobre.
Recientes investigaciones han indicado que, de tanto mirar hacia abajo algunas personas se perdieron el último gol de Palermo ante Huracán. El festejo desmedido ante semejante proeza ha suscitado que varias monjas de clausura abandonen los malos hábitos para siempre, solo con el objeto de enfundarse en un pullover (o "sweater", como dicen en Palermo Villa Dálmine) y salir a agitar sus vuvuzelas mal habidas por las céntricas arterias de Mondiolandia, lo que provoca caos en las calles, desordenes en las veredas y pintadas antisemitas en los cordones de ciertas zapatillas gubernamentales, aunque de esto último mucho no se puede hablar, por todo el tema ese de los murciélagos que ríen bajo la luz de la luna.
La moraleja es que es muy intrincado, cuando no ocioso o en balde enseñarle a una monja a tocar la vuvuzela, máxime ya habiendo terminado el mundial.
Eso sí, si me preguntan, yo les contestaría que, en la humilde opinión de este servidor público, debería escribirse "Bubucella", suena mas lindo y brinda sensación de protección, como una toallita femenina de esas que aparecen en la tele.
"Y vo quiensó para decirme lo que tengo quiacé", respondió cierta vez y a los 2 tiernos años de edad, Kalambre de Sobako, actual marakista y toktokista de Kotorra Kon katarro, a su señora madre, tras el pedido de ésta de que vaya a comprar flautitas a la panadería de ahí a la vuelta. Inspirado en ese trágico suceso, que lo perseguiría por el resto de su vida mortal, Kalambre nos trae hoy su última creación, en la que, además del elenco estable de K. K. K. intervienen Ross Flournoy y sus compinches mal entretenidos de Apex Manor, y que se intitula "Bajo el arma", literalmente.-
Desde lejos hasta pareces indemne a todo esto, que loco, no?