viernes, 23 de abril de 2010

Si la calabaza y el zapallo anco fueran lo mismo, se llamarían igual.-

Con el artero hondazo de la maledicencia han derribado, y esta vez parece que es para siempre, al sempiterno Petiribí de la Alegría, el cual, con una ala rota y haciendo un espiral (o "loop", como dicen en Palermo Michigan) descendente, cuan un disco de Nine Inch Nails, se precipita hacia el peor de los destinos jamás imaginado: un trabajo de oficina rodeado de gente que prende sahumerios, pone la radio a un volumen moderado y es capaz de distinguir entre el color beige y el blanco oscuro.
Entre Ramos Mejía y Morón existe una extraña costumbre: la gente le deja señas al angel caido. Es decir, si uno va caminando por la Segunda Rivadavia y de repente ve un serafín o un querubín que tropezó con un bache y cayó cuan largo es sobre la cinta asfáltica, le deja cierta suma de dinero en concepto de seña. Nadie sabe bien a qué corresponde esa seña, al arreglo de un par de zapatos, a la compra de uns botones re mononos que estan por entrar, la cuestion es que, cuando alguien ve un angel caido, va y le deja un billete. Y el Angel (que primero piensa que es una broma para Tinelli), se vuelve al soñado Edén contento, con 100 mangos en el bolsillo. Entrarlos al Paraíso es un tanto más difícil, porque por lo general Dios se da cuenta y los recaga a pedos y les hace donar la plata a una institución de caridad (a propósito, tras una exhaustiva búsqueda en la Biblioteca Popular de Mondilandia, Tertulio cae en la cuenta que la mayoría de las personas que se autodenominan "satanistas" podrían calificarse tranquilamente de pelotudos, y que los máximos líderes del movimiento de adoración del Príncipe de las Tinieblas por lo general dicen "noooooo, yo no tengo nada que ver, jamas sacrifiqué una cabra, estaba haciendo un asadito con los muchachos" para terminar confesando que les gustaba vestirse de negro y la unica excusa que se les ocurrio fue crear la Anticristísima Iglesia del Odiado Señor del Pecado y el Mal. No ocurre lo mismo con los Santanistas, que son los que escuchan discos de Carlos Santana. Su letanía comienza diciendo "yo lo vi a Santana en Woodstock y el disco de duetos que sacó es un robo, vos porque lo escuchaste en FM Hit, careta", para culminar bamboleando las caderas y zangoloteándose mientras repiten con voz cansina "oye como va, mi rrrrrrrrrritmo") pero, volviendo al tema ese de los cien mangos, si lo logran pasar (un dia que Dios este en otra, mirando el mundial de backgamon, o un partido del deporte ese donde un señor tira una pava a lo largo de una pista de hielo y otros dos señores con sendos escobillones van realizando movimientos espasmódicos en el trayecto de la mencionada pava, quizá hasta el infinito o, mínimo, hasta que esta se pierda de vista, y ponga en su lugar a San Pedro, que es mas piola y aparte con un arpa lo arreglás) pueden vivir como reyes un par de meses. Eso sí, sin ponerla, que está prohibido.-
Si Borges hubiera sido ciego de nacimiento, jamas habría sido famoso. Nunca se habría visto en un espejo, por ejemplo, y ni hablar de entrar en un laberinto, con lo cual mas de las 3/4 partes de su obra se vería diezmada. Alguien debería hacer el experimento y, cada ve que en un libro de Borges aparece la palabra "espejo", tacharla y escribir "perro que me lleva de acá para alla, lazarillo creo que se llama" y cada vez que dice "laberinto" poner "bastón blanco". "A ver que pasa, digo. "Un ciego en un laberinto es una metáfora que quizá dbería utilizar en algún momento" se dice a si mismo Tertulio, quien buscaba métodos sutiles de decirle a esta persona "morite de una vez, pero en Villa Paleta Sanguchera, si no es mucha molestia". Cercado por un sinnúmero de chimpances que saltan y exhiben sus mortales colmilos, Tertulio quiere describir con imágenes no extraídas de una cancion de Spinetta el cagazo que siente uno cuando un mono enfurecido está por saltarle a la vena cava inferior. "Luces del alba que se arremolinan tras la estrella de tus ojos..." No, ni ahi. "Pequeña galaxia de leche derrama tu escencia en el ombligo materno" No, tampoco. "Adios corazón de arroz, con ese culo cagamos los dos" No. Adecuada para otras ocasiones, pero a los monos uno no les mira el culo.
Un estómago no es un ser vivo, digan lo que digan.-

martes, 13 de abril de 2010

No pidas agua sin gas. Por ahí se lo cortaron. Y el próximo podés ser vos.

En la fiesta de ladrillitos Rasti (o, como dicen ahora los habitantes de Palermo Rastafari, "Legos"), las cosas no pueden irse de control, salvo que alguien caiga con una docena de tizas de colores, lo cual, por los motivos recientemente explicitados, esta arduamente prohibido en Mondiolandia.
Depsués de dos partidos de backgamon agotadores en menos de dos horas (uno con una somera victoria, otro con una derrota estrepitosa), solo cabe combatir al delito, siempre cuidando de no romper las vidrieras ajenas.
Tal como las bolitas de telgopor se resisten de un modo cheguevaresco (es decir, dejandose las patillas, fumando habanos y apareciendo en remeras) a ser barridas, rodando en un túnel de electricidad estática una y otra vez hasta el piso (y ni hablar las que han anidado en un pullover de lana), determinadas úlceras del alma invaden, crueles insectos, las situaciones más cotidianas, para convertirlas en auténticas torturas.
Y mientras una vieja aburrida le contaba los ultimos detalles de su ultimo embarazo a Tertulio en la parada de colectivo (otra vez el burro de arranque del mondiomovil, quizá sea hora de ponerle GNC, piensa entre dientes nuestro héroe) alguien, con una impunidad digna de un globo aerostático que se eleva majestuoso sobre un pasiaje bucólico, mientras sus ocupantes, extrañas cruzas entre mandriles, perro pila y marcador indeleble, escupe restos de galletita Criollita hacia abajo, alguien, decía, cerró el zoológico, dejando al parvulerío de Mondiolandia sin poder ver las suricatas.
Como una lengua de bronce que lame un cucurucho de goma eva, Tertulio, el asombroso Hombre - Mondiola se desliza impertinente entre las bajezas mas aberrantes de los barrios bajos, a fin de dar con el paradero de aquella persona que, al grito de "No quiero morirme en un hospital, pero no puedo ponerme las botas", le puso azucar al frasco de pickles de la sociedad, convirtiendo algo medianamente desagradable en un maremagnum de celulares y pollitos a cuerda.
Y quizá lo encuentre, pero lo mas probable es que no salga en los diarios.
Y sería muy bueno que dejaras de ponerle monedas a la máquina de romper las pelotas.
Y que no se te ocurra hacer gelatina con vodka.
Ni empatillar un cable de cobre a un petiribí.