lunes, 4 de octubre de 2010

El fini se acerca, estad prevenidos.

Puede haber sido en una época de antaño que un cocodrilo embalsamado incrustado en un palo de escoba colgando de una lamparita de 250 voltios haya sido la obra de arte por excelencia, pero lo cierto es que hoy día una tortuga muerta es uno de los espectáculos más tristes y desoladores que puede ofrecer la naturaleza al ojo avizor del hombre medio.
Hablando a toda velocidad solo se consigue que tu interlocutor desee tener las orejas del lado de adentro de la conciencia. Eso es más que útil a la hora de desintegrar la misma naturaleza gregaria del palo de escoba que mencionáramos más arriba, pero no para mucho más. Por lo cual desde las altas esferas del gobierno aconsejan ser prudentes a la hora de pensar de qué color vamos a pintar el cordón de la vereda, no sea cosa que, viste como es esto.
Determinados autores descartan la efectividad del papel glassé, basados, fundamentalmente, en la casi nula (o "nimia", como dicen en Palermo Mamagandi) consistencia y resistencia que ofrecería ante un cardúmen de brótolas afectadas de vitiligo o sarna. Sin embargo, las partituras pegadas con cinta aisladora a las paredes de la irrealidad me dicen que las cosas podrían haber sido distintas si hace un par de años hubiésemos elegido tirar la cadena con la otra mano.
"Ahora es el momento", se dice Tertulio. Y emprende el periplo más escabroso que pensó que podía tener que seguir alguna vez. "Todo camino empieza consultando la Guía T, y culmina en una pericia de revenido metaloquímico, donde solo aflora la numeración original de lo que alguna vez quisimos"
Konejo de Krealina, baterista de Kotorra Kon Katarro nos explica que su último corte de difusión, denominado "Mi nombre es Jonas" (en el que cuenta con la inapreciable colaboración de Rivers Quomo, Brian Bell, Matt Sharp y Patrick Wilson, y que hace las delicias del Niño Cabeza de Piraña) se inspiró en el ya conocido futblista Jonás González, aquel que se destacara por su inutilidad a la hora de distinguir entre el banderín solferino y el escarlata. Cuenta nuestro músico que, contemplando el cotejo en el que se enfrentaban la Selección Argentina y Uganda, el citado González, transcurriendo unos 15 minutos del segundo tiempo, despachó un centro frontal, el cual no trajo aparejadas consecuencias dignas de hacer mencion, dado que fue rechazado (un tanto poco ortodoxamente) por el 3 de Namibia (que había entrado a la cancha en un container, por eso nadie lo había visto y notado que representaba a otro combinado), el ya famosísimo Joseph Mamagandi. Esta jugada, no exenta de un brillo y un tinte que solo el ojo avezado puede apreciar, insprió a nuestros amigos de K. K. K. a escribir la canción que hoy nos presentan.
Mamagandi se fue expulsado ese mismo día. La mala suerte quiso que, cuando fue a buscar el container, le habían confeccionado un acta de infracción por dejarlo mal estacionado, impidiendo el paso de una fila de patitos por la calle principal de Uganda. Pero, como todo en la vida es un ida y vuelta, el día que fue a pagar la multa, fue visto (y decubierto, se podría decir) por un cazatalentos, quien lo llevó a pobarse a las inferiores (aunque ya contaba con 25 años de edad) de Sportivo Virrey del Pino, donde se destacó (por medir medio metro más que sus compañeros), llegando a jugar varios y memorables partidos en la primera. Descendió un par de años más tarde, tras lo cual se retiró del futbol y se mudó a Merlo, donde actualmente se dedica a la venta de lombrices para hacer tapados. Sus ex-coequiper a veces lo van a visitar (al grito de "vamos a lo del negro"), pero el no los entiende. Ergo, no les abre la puerta.

1 comentario:

  1. Impresionante.

    Mamagandi es un ejemplo para las generaciones futuras.

    Èl, u Oggi juncos.

    Uno de los dos. O trs, si contamos a Gonzàlez Oro.

    Porqye todo puede ser.

    Una ùltima reflexiòn, para el impedimento de los patos que andan por Burkina Faso.

    Que mal. Que fea, la actitud.

    Saludos indignados.

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No hay comentarios mas insipidos que los que se oyen en la cola de una ferreteria entre dos personas que van a comprar tornillos.